Y poco a poco te vas distanciando, hasta el punto de
que me tenga que cambiar de acera por la calle porque yo ya no soy capaz de
mirarte a los ojos y que no veas que yo te sigo queriendo como el primer día. Y
de esta manera, nos matamos por dentro el uno al otro, como si nos claváramos
puñales al corazón, al alma.
Y así,
es como morimos ahogados en el olvido.