El destino deja de querernos,
nos deja a
manos de la suerte,
deja de planificarnos cosas
y no nos ayuda para crear
casualidades
o coincidencias.
El destino deja de preocuparse,
y
entonces, con un poco de suerte,
quizás
sepamos salir ilesos
de esto que nos envuelve llamado vida.
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