No es
siempre el destino tan traicionero como se le pinta. A veces no somos capaces
de darnos cuenta que culpamos al destino de nuestros fracasos, pero nunca de
nuestras metas. ¿Y si nos paráramos a pensar que nuestro destino no está
escrito? Que no es él quien toma las decisiones, que somos nosotros, y que si
tenemos errores y fracasos será porque nos hemos equivocado y debemos
rectificar. Basta de culpar al destino, basta de culpar a otras personas que no
somos nosotros.
Somos humanos. Nos equivocamos. Y tenemos derecho y capacidad a
rectificar y volver a equivocarnos tantas veces como esté permitido.
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